XLI Regata Mar de Alborán

El pasado 1 de junio tuve la suerte de ser invitado en el barco del Comité de la Regata Mar de Alborán. Tras quedar con Ale y con Fran, miembros del Comité, llegamos al Puerto de Málaga y subimos al Isla de Alborán, el barco que lleva al Comité y que hace de boya para los participantes, tomando tiempos junto a la Isla de Alborán.
Tras subir al barco, saludamos y me presento al resto de tripulantes. En el puente encuentro a Adrián, el armador y nuestro patrón en los próximos dos días de travesía. En poco más de veinte minutos llegamos al Puerto de El Candado donde los barcos de la Regata van y vienen llevados por un viento algo superior al previsto para este día. Los nervios de las tripulaciones se reflejan en las maniobras de los barcos que esperan inquietos a que el juez de la salida. Tras varios avisos que van aproximando el momento esperado, la bocina da la señal y los barcos enfilan mar adentro con un excelente viento de levante. Cada uno busca el mejor viento en sus velas y nuestro barco arranca tras el último de los veleros. Los momentos previos han sido tensos pero ya todos los barcos enfilan hacia su destino, hay dos recorridos, el de la Regata de Altura que llevará a los barcos desde el Puerto Deportivo El Candado hasta la Isla de Alborán y la Regata Costera, para embarcaciones con menor eslora y que habrán de navegar hasta una baliza situada en aguas de la costa granadina.

El hecho de que yo haya sido invitado en el barco del Comité de la regata, lo propicia nuestro amigo e imprescindible miembro del equipo del Desafío Solidario Mar de Alborán, Ángel Medina, a lo postre vencedor de esta edición de la Regata Mar de Alborán, y ya van … unas cuantas.

Gracias a su iniciativa y a la gentileza de Adrián, el propietario del barco, he vivido una experiencia magnífica y me ha servido para prospeccionar ese mar bravo que en julio nos disponemos a cruzar sobre nuestras tablas de paddle surf.

Tras la salida con un buen viento de levante, conforme las embarcaciones van tomando diferentes rumbos en función de su estrategia y vamos adentrándonos en el mar y pasando las primeras horas de regata, el viento baja bastante hasta quedar en una calma que debe ser bastante estresante para los navegantes a vela y que fue muy relajante para los que íbamos a motor.

Poco antes de las 15 horas entramos con el barco en un canal de corriente que, según me explica Adrián, se produce por la orografía submarina. Estamos a unas 17 millas de la costa malagueña y el agua cambia de color en una amplia franja donde se concentran los nutrientes provenientes de los más de 500 metros de profundidad que hay en esta zona. Es lugar de concentración de vida animal y, por tanto, de grandes peces y cetáceos que acuden a alimentarse.

 Había docenas de delfines en esa franja de agua de diferente color que marcaba el canal de corriente y en cuanto nos acercamos, acudieron curiosos a acompañarnos nadando velozmente junto a la proa de nuestro barco. Es impresionante la velocidad que pueden alcanzar estos animales sin aparente esfuerzo.

Después de pasar esa zona de explosión de vida, continuamos nuestra monótona marcha hacia la Isla de Alborán sin tener noticias de la flota que, dispersa por las distintas estrategias de sus tripulaciones, luchaban por avanzar con tan suave brisa. Al poco de dejar atrás a nuestros amigos los delfines, entrábamos en zona de corredor marítimo. Estos corredores son «las autopistas del mar» que, trazadas sobre las cartas de navegación (hoy sobre las pantallas de los plotter), marcan a los grandes barcos mercantes y de pasajeros, los canales de paso para cruzar, en este caso, el Mar de Alborán.

Hay un canal de entrada y otro de salida del Mediterráneo, aunque pueda parecer lo contrario, el tráfico marítimo a lo largo de este corredor es bastante denso y uno de los problemas que se nos plantea en nuestro Desafío es el cruce de dichos canales de circulación. En la distancia los cargueros de contenedores, los gaseros y petroleros, parecen no ir muy rápido pero conforme te acercas, son tremendamente grandes y desarrollan velocidades de crucero de unos 17-19 nudos. Cuando lleguemos a esa altura con nuestra tabla de SUP, seremos como una tortuga cruzando una autopista, tendremos que medir muy bien las velocidades de los buques y la nuestra propia para poder pasar sin conflicto y sin acercarnos demasiado a ninguno.

    

Posteriormente, hablando con Ángel Medina de este momento del paso por el corredor marítimo, me comenta que tendremos que ser lo más rápidos posible en este punto y pasar siempre por babor a los barcos que vayamos cruzando. En cualquier caso, llegado el momento estaremos atentos a nuestro barco de apoyo, que sea él quien nos marque lo que hacer y en caso de duda podremos retroceder o embarcar para salir del conflicto.

Poco después de pasar los canales de tráfico, veríamos caer el sol tornándose de su clásico amarillo fuego a un intenso rojo antes de decir adiós tras una línea de nubes bajas. La noche caería sobre nosotros antes de llegar a a la Isla de Alborán.

Con la noche todo es más complicado en el mar, la navegación hoy día no cambia mucho porque el GPS funciona igual con sol que sin él, pero las distancias se miden peor. La oscuridad en alta mar es absoluta, me sitúo en la proa del barco, lejos de la iluminación de popa y alzo mi vista. Se ve perfectamente la vía láctea, las constelaciones y estrellas principales se distinguen a simple vista. El cielo está despejado y la visión es espectacular.

Poco antes de la media noche llegamos a las proximidades de la Isla de Alborán. Damos aviso por radio de nuestra posición y de la intención que tenemos de quedarnos por aquí como Comité de la Regata, a la espera de que la flota pase dejándonos a babor y tomando el camino de vuelta al Puerto de El Candado. Nos indica el destacamento de la Isla que no podemos acercarnos a más de 300 yardas y que está prohibido fondear a menos de una milla de la Isla, terreno éste de especial protección. Quedamos en la zona indicada por la autoridad y al cabo de una hora aproximadamente, se produce un apagón en nuestra embarcación. Uno de los generadores se ha parado y el otro no consigue arrancar. Adrian y los chicos de su tripulación pasan algo más de una hora intentando localizar el fallo, algunas de las baterías encargadas de arrancar los generadores están sin carga, piensan en bajar las baterías del puente de mando para intentar arrancar con estas pero tampoco tienen carga suficiente. Desde la Isla nos responden negativamente ante nuestra solicitud de ayuda. Mientras el motor del barco no deja de rugir y así tiene que ser porque si se para es cuando estaremos en problemas, al fin y al cabo se puede estar sin electricidad pero no se puede andar sin motor.

Tras muchas idas y venidas de los chicos de tripulación y con la intervención de Carlos, el juez del Comité de Regatas, consiguen arrancar uno de los generadores desconectando dos baterías que al no tener carga tiraban de la energía de las que si la tenían e impedían que llegara suficiente potencia al generador. Por fin tenemos luz. La noche de espera sería larga puesto que el día sin apenas viento había acumulado retraso a los veleros que aún tardarían unas horas en llegar a la Isla. No fue hasta bien avanzada la noche que Ángel y su tripulación pasaron junto a la Isla tomando camino de vuelta a Málaga, tras el «Fagus» pasarían todos los demás. Con las primeras luces del día terminan de pasar los últimos barcos de la regata y nos encontramos antes de marchar de regreso, con una patera que se acerca a las inmediaciones de la Isla.

En este caso, es una embarcación neumática que parece estar en buen estado y que transporta a unas docenas de personas, que se hacinan como ya nos tienen desgraciadamente acostumbrados a ver, las mafias que se dedican a este tráfico ilegal e inhumano.

Una vez comprobamos que la patera arriba al embarcadero de la Isla, donde los efectivos de la Armada allí destacados, los atenderán debidamente, y habiendo pasado ya el último de los veleros de la Regata, tomamos nosotros también el camino de vuelta a casa. Por suerte para la flota y por desgracia para nosotros, el poniente arrecia y provoca una ola pequeña pero muy constante que nos hace movernos en un barco que, cuando no lleva suficiente carga como es el caso de hoy, se mueve tremendamente aunque las olas no sean muy grandes. El viaje de vuelta se convierte en un pequeño infierno, dentro del barco el mareo es inmediato. Incluso para los más expertos marinos, como son los miembros del Comité de Regatas, también aquello se convierte en fuente de mareo y el olor a vómito aparece aquí y allá en poco tiempo.

Decido pasar todo el viaje fuera, sentado en una silla en cubierta, con vaivenes continuos y echando alguna cabezada de sueño que pronto se ve interrumpida por la extrema inclinación que a veces alcanza el barco en momentos en los que la ola entra de lado. La travesía se hace casi eterna por momentos, el tiempo no pasa cuando uno quiere que corra y la monótona marcha del Isla de Alborán parece que no nos haga avanzar con el viento y las olas que nos entran en diagonal.

Poco después de las 19 horas y tras todo el día metidos en aquella atracción de feria en que se había convertido el barco de Adrian, llegamos al Puerto de Málaga al mismo tiempo que nuestro amigo Ángel Medina se está proclamando junto a su tripulación, campeones de la XLI Regata Mar de Alborán. Merecido triunfo que posteriormente comentaría con Ángel por teléfono, contándome lo estresante que fue el tramo de ida sin apenas viento y lo duro del tramo de vuelta en el que no dejas de estar en tensión ni un minuto en tantísimas horas. Con apenas veinte minutos de sueño sobre la cubierta y haciendo de peso muerto, Ángel vuelve a ganar una regata muy dura en un mar que conoce bien. A lo largo de la misma, ha comentado con los miembros de su tripulación la aventura que estamos a punto de afrontar, cruzar ese mismo mar en las tablas de paddle surf que Mistral nos tiene preparadas.

Es un honor para nosotros que aguerridos marinos como son los miembros de la tripulación ganadora de la Regata elogien nuestro Desafío Solidario Mar de Alborán.

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